junio 08, 2004

Esquizópolis [correo electrónico]

Mientras escribo esta carta inexistente, miro el escritorio y me pregunto si el trabajo burocrático no es más que una invención para perder el tiempo: ¿a quién podría interesarle todo este papeleo, esta lectura innecesaria? Soy corrector de estilo y bibliotecario, y es increíble que hace apenas un año me sintiera estupendamente bien aquí. Ahora me resulta incluso difícil imaginar tal sensación, sobre todo desde que Ella dejó de llamarme. Tampoco sabría qué decirle. Mi voz, además, no es algo que aprecie, y encima de todo creo que al hablar mentimos. «Siempre es mejor callar». Escribo, pues. Es lo que sé hacer. Mi existencia valdría la pena si sólo fuera eso: palabras. Pero debo enfrentarme al espejo y a mi propia apariencia: la de él, la del otro. En la oficina seguramente, cuando se refieran a mí, pensarán en él, en quien no soy. Escucho a los Smiths. The boy with the thorn in his side. Marco se asoma de nuevo y me pregunta si ya está listo el texto de mañana. Aún no. Se va. En la puerta queda su imagen; ¿es él? a estas horas es quien debería ser: el coordinador editorial de una publicación trimestral. Mañana sabremos quiénes seremos en una estación de radio, como colaboradores de Fernando Dávila en su programa El Agujero, en el 92.5 FM de Toluca...

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